El hombre 11

En una maleta vieja, Marcos Rivas guarda sus recuerdos. En especial, aquel que documenta la hazaña del hombre 11.
Un instante que el “Mugrosito” del Atlante ni siquiera soñó. Si de niño jugó al futbol, sólo fue para divertirse, aunque, con el tiempo, el llamado del balón fue irresistible.

Inclusive, yo fui chofer de una línea que se llamaba Villa-Colones, de por aquí, de la colonia Nueva Tenochtitlán – platica el propio Marcos- y los mismos muchachos me decían: “vete a probar a un equipo, tu puedes, tienes muchas cualidades”, y dije, pues, lo voy a intentar y fui muy persistente.

Tanta fue su persistencia que llegó a ser profesional en 1968 con el equipo de sus amores, el Atlante. Como casi todos los jugadores de su tiempo, fue bautizado con el singular apodo de “El Mugrosito”. Esta es la anécdota.

Me decían “El mugrosito”, se lo debo a Mario Pérez Guadarrama, “El Pichojos”. En el Centro de Capacitación había una alberca y nos metimos a nadar. Nos tiramos al agua y, por desgracia, en la tarde llovió y estaba ahí concentrada la selección y Mario se aventó el chascarrillo: “mira a los mugrosos del Atlante como dejaron la alberca”, le dijo a Ángel Fernández, “sí, fue el mugroso de Marcos” y de ahí fue el apodo que me puso a través de Mario, Ángel Fernández.

Marcos Rivas, “El mugrosito”, fue un jugador muy versátil, aunque la media cancha era su predilecta. “Tenia mucho fuelle, tenia mucha resistencia, era muy rapido”, asegura el atlantista. Sin embargo, el destino le tenia guardada una misión que nadie ha logrado en el mundo: jugar todas y cada una de las posiciones del futbol.

Por ahí dice Desachy, mi compadre, que como no me encontraban puesto me ponían en cualquier posición, asegura con un poco de modestia y mucha picardía.

Y así empezó a recorrer el campo, supliendo a su gran amigo Manolete Hernández.

Empiezo como extremo por Manolete. Posteriormente, juego por Ernesto Cisneros, de centro delantero. Después, por Norberto Boggie. Sigo de lateral, por Sergio Negroe. Continúo de central, por Perico González, y luego por Gisleno Medina. Después, juego de lateral izquierdo, por Cremonini y así me voy paso por paso, puntualiza.

Durante cinco años, de 1968 a 1973, fue cambiando el número de sus dorsales, del 1 al 11, como lo marcaba el reglamento.

Y así me voy, uno por uno, y en 1973 cumplí el requisito de haber jugado las once posiciones, jugando contra Pumas, en Ciudad Universitaria. Expulsaron a Rafael Puente, ya no había cambios, se habían hecho los dos cambios y le pido el suéter a mi compadre Armando Franco (arquero suplente). Me pongo de portero y por fortuna, hasta le detengo un penal a Leonardo Cuellar en ese partido.

Cuenta Marcos que Rafa puente pasó largos ratos enseñandole los secretos de la defensa del marco, pero cada una de las once posiciones que jugó le sacuden la memoria.

En el primer partido que juego de lateral anoto un gol. Y posteriormente, jugando el otro puesto de central, me costó mucho trabajo, fue dificilísimo. Jugando de medio de contención, recuperaba muchas pelotas. Y cuando jugué de extremo, por Norberto Boggio en Zacatepec, recuerdo que le hice dos goles a Raúl Orvañanos. Y si llegué a hacer varios goles pero no, la verdad, como centro delantero no la hacía.
La verdad, no pensé nunca en las once posiciones, hasta que se fue dando, paulatinamente, la situación. Cuando se llega a hacer la culminación, yo me sentí muy eufórico y, me quedé pensando, que a lo mejor, en el mundo no había una persona que hubiera jugado las once posiciones, creo que hasta ahorita, no se ha dado.


Marcos Rivas, el hombre equipo, formó parte de la selección mexicana del mundial México 70. Salió de Atlante para jugar con América, en donde no le fue nada bien, a pesar de la buena oferta económica. Formó parte de los legendarios Leones Negros de la Universidad de Guadalajara y de los Esmeraldas de León.

El mugrosito fue de aquellos que vivió cada momento de su carrera. Jugó de primera intención.

“La oportunidad, a veces se presenta una vez en la vida y hay que aprovecharla”, dice el único Hombre Once del mundo.

No hay comentarios: